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¿QUÉ MOSTRAR, QUÉ CONTAR? (I)

Por Daniel Castro (Guionista en Chamberí)

Algunos os acordaréis de que no hace demasiado tiempo, en un post que publiqué aquí mismo, cometí un error al hablar de la secuencia inicial de Celda 211. Decía que la secuencia no tenía influencia en la trama y  que, probablemente, se tomó la decisión de conservarla sólo para marcar el tono duro de la película y evitar comenzar con una aburrida presentación de personajes.

Varios lectores me corrigieron (gracias por hacerlo, y, sobre todo, por hacerlo tan educadamente):  la muerte del personaje que aparecía en esa secuencia prólogo era el argumento que empleaban los presos para justificar su motín. Al parecer, ese preso había decidido suicidarse tras haber sido injustamente olvidado por los jefes de la prisión. Padecía una enfermedad terminal de la que no fue tratado. Todo esto se explicaba en una secuencia posterior. Cuando uno de los lectores del blog lo comentó, recordé haber recibido esa información en algún momento de la película. Pero la había olvidado.

Sin ánimo de justificarme, voy a investigar un momento en los motivos de este olvido.

Pero antes, daré un pequeño rodeo.

Seguidme los valientes.

Las informaciones que se graban más profundamente en nuestro cerebro son aquellas asociadas a algún tipo de emoción. Aquellas que no han llegado a despertar en nosotros ninguna reacción suelen borrarse rápidamente. Si unos tipos hablan sobre el mejor modo de convertir vídeo MPEG4 para editar en Final Cut, y uno de ellos comenta que el mejor programa de convertir se llama Mpeg Streamclip seguramente nos parecerá una de las conversaciones más aburridas y poco memorables que hemos sufrido en nuestra vida. Si asistimos a esta conversación después de habernos pasado seis horas desesperados tratando de montar con ese formato de vídeo, os aseguro que recordarás perfectamente el nombre de ese programa y, seguramente, lo primero que hagáis al llegar a casa será teclear Mpeg Streamclip en Google. Habréis recordado ese nombre perfectamente, sólo porque lo asociáis a la emoción, la alegría de ver una salida a vuestras horrendas sesiones de infructuosa conversión entre formatos de vídeo.

Recuerdas ese verano en la playa porque una ola te zarandeó y casi te mandó contra el suelo y, por un momento, pensaste que morías, que te golpearía contra la roca y te partiría la columna vertebral. No recuerdas que un par de días más tarde un camarero te sirvió una paella que estaba bastante buena. Los recuerdos asociados a las emociones más fuertes son los que quedan grabados más indeleblemente. A veces tiramos de ellos para deducir datos objetivos, informaciones que hemos olvidado. Cuando me pilló la ola recuerdo que la primera persona en ayudarme fue mi prima. Si estaba ella, debió de ser el verano del 82, cuando fuimos todos juntos a pasar el verano en Cambrils. Fue el año del Mundial. Es cierto, recuerdo que vimos la final del Mundial en una terraza. Ganó Italia.

La emoción queda grabada, con cierta información adjunta. La información que no nos afecta emocionalmente se desvanece. No nos interesa.

Olvidemos ese verano medio ficticio, medio real y pasemos a hablar de guión.

Cuando construimos un guión necesitamos transmitir numerosa información a nuestros futuros espectadores. Información de todo tipo:

–       Tengo que sembrar que la puerta del aseo se atasca (para la secuencia de la niña atrapada en el interior)

–      Tengo que sembrar que ella trabaja en algo creativo pero no gana un duro  (para que la oferta económica que le hace esa revista sea muy tentadora)

–      Tengo que sembrar que él es un tipo que reacciona agresivamente cuando se siente acorralado (para que sea creíble la brutal reacción del segundo acto)

–      Tengo que sembrar que ella tiene un barco (para la secuencia final)

–      Tengo que sembrar que ella ha tenido varios fracasos sentimentales (para que se entienda su obstinación en intentar que funcione bien su actual relación, pese a  lo intranquilizador que resulta que su novio tenga animales muertos y despellejados por toda la casa).

Hay unas cuantas maneras de proporcionar información al espectador. Pero, así, como tampoco he dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre este asunto, las dos que se me ocurren son mostrar y contar. Es decir, como dirían los anglosajones: “show” y “tell”.

Una de las reglas básicas que suelen dar los manuales de guión es “Show, don’t tell”. Es decir: “Muestra, no cuentes”. ¿Por qué?

Primero, porque una información trasmitida verbalmente por un personaje es cuestionable, mientras que mostrar un hecho lo hace indudable para el espectador.

Si, en una secuencia del comienzo de la peli, vemos que un personaje tiene un problema para salir del baño por la dichosa puerta que se atasca, no nos parecerá nada extraño que la puerta se atasque, más tarde, cuando es tan importante que el personaje pueda salir rápidamente del aseo. Esa puesta se atascaba: lo hemos visto.

Segundo: porque, al mostrar algo en lugar de contarlo verbalmente, además de transmitir una información podemos proporcionar una emoción al espectador. Y, como he escrito más arriba, las emociones nos impactan y las informaciones que les van asociadas se graban en los espectadores de modo indeleble.

Si al comienzo de la peli muestras a un niño teniendo un shock anafiláctico muy grave tras comer una galleta que contenía restos de cacahuete, el espectador no olvidará nunca esta debilidad del niño. En cuanto el malvado entierre un cacahuete en el sándwich que el crío se lleva para merendar, será dolorosamente consciente del problema que se cierne sobre él.

Creo que no es lo mismo mostrar ese ataque que deslizar en una conversación aparentemente rutinaria que el día 14 Pablo tiene que ir al médico para revisar lo de la alergia a los cacahuetes.

La información transmitida es la misma. La carga emocional para el espectador no lo es.

Por eso, como norma general, un guión debe mostrar lo máximo y contar (verbalmente) lo mínimo.

Habitualmente, lo que queremos transmitir no es únicamente la información de que el crío es alérgico. Sino lo grave que es tratar de matarlo introduciendo algo en su merienda, lo urgente que debe ser la respuesta, lo importante es que llevar el inhalador a mano y bien cargado. En resumen, queremos adjuntar emociones a la mera información. Y eso se consigue creando situaciones que parezcan naturales y verosímiles pero, a la vez, tengan una función de proporcionar esa información necesaria para comprender la historia y para sentir lo que el guionista quiere que sienta a lo largo del resto del relato.

Creo que lo que he escrito hasta aquí es bastante evidente. Pronto llegará un pequeño “sin embargo”

Eso sí, será el lunes que viene.

15 comentarios en «¿QUÉ MOSTRAR, QUÉ CONTAR? (I)»

  1. Ya, pero vayamos a la información REALMENTE relevante. ¿Qué tipo de prima era la que te ayudó? ¿Tú prima pequeña que te echó una mano en un momento particularmente humillante? ¿Tu prima la de diecisiete que logró que pasases en una milésima de segundo de “dios, voy a morir volcado por una ola” a “qué son estas dos cosas que noto apretarse en mi espalda y que me hacen sentir confuso”? ¿Tu prima con la que esa noche, recordando tu experiencia cercana a la muerte, decidiste que era un gran momento para jugar a los médicos?

    Danos datos, hombre!

    1. guionistaenchamberi

      Jajaja, Fanshawe, la prima es parte de la cuota de ficción. La ola no fue en Cambrils. Fue en Francia. Y pasé mucho mucho miedo.

  2. Estando de acuerdo con el post, no sé cómo de aplicable es al ejemplo de Celda 211.

    El dato de que el preso se suicidó por un tumor no sólo se cuenta, sino que el protagonista se pasa un rato mirando sus pintadas en las paredes de la celda. Ese es el momento en el que pasa a ponerse definitivamente del lado de los presos. Y al final de la película se ve cómo ha añadido su propia pintada, firmada como Calzones.

    Vamos, que la información fue tanto visual como oral, y es esencial para la coherencia de la película.

    1. Supongo que lo que se ha querido decir es que no se ha ligado a una emoción suficientemente fuerte. No se ve a Calzones sufrir por el tumor y por la desidia de los carceleros. Nos muestran las consecuencias y pero sólo nos cuentan el motivo.

    2. Hace tiempo que vi la peli y ya casi la olvidado, pero aún creo recordar que, como dice FLJ, la acción (visual, no verbal) de la primera escena tiene su eco en posteriores momentos igualmente visuales (a la par que verbales) de la película. En mi opinión, el por qué ese concepto no llega a enganchar emocionalmente obedece más a un desarrollo equivocado -forzado y poco creíble dentro de sus propias reglas- de la historia que a un error del prólogo. Por otra parte, el contenido de la entrada me ha parecido tan básico como imprescindible. Saludos.

      1. guionistaenchamberi

        Gracias, Nomzamo, como he dicho en otra respuesta, la próxima semana intentaré aclarar mejor porqué el sentido de esa secuencia y su utilidad para la historia se me habían olvidado. Creo que tienes razón, no es que el prólogo sea malo, es que tardamos en saber qué historia hay detrás de esa secuencia.

      2. guionistaenchamberi

        FLJ, todavía queda otra parte de la entrada, ahí intentaré aclarar porqué esa secuencia no se me quedó grabada. Pero, más o menos, por adelantar, tiene que ver con lo que comenta Kohonera. Gracias por leerme.

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    4. En mi blog, hace meses, traté este mismo tema de la importancia de sembrar cosas (lo relacionaba con la llamada escopeta de Chejov y, más lejanamente, con el fenómeno Baader-Meinhof) y su base psicológica en un par de entradas (me centraba en el porqué el espectador necesita esos sembrados), y aunque traté otros temas y aspectos de la psicología, no cité lo importante que es dotar estos “sembrados” de un cierto impacto emocional para asegurarnos de que se instalasen bien en la memoria del espectador.

      Estupenda tu entrada, y muy bien argumentada e ilustrada… y si no te parece mal le pondré un link desde las de mi blog. Espero impaciente la continuación.

      Por cierto, te llamas igual que un realizador que conozco… un gran tipo, todo sea dicho.

      1. guionistaenchamberi

        Muchas gracias, elperejil, un honor que la enlaces. En cuanto pueda, me leo las tuyas.
        ¿Un realizador con mi nombre? (Bueno, o al revés) ¡No sabía nada! Me alegra que sea buen tipo, espero que sea contagioso a los homónimos.

      2. Hola:
        Además de dotarlos de cierto impacto emocional, como bien dices, yo creo que deben de tener otra característica: valor argumental por sí mismos.
        No hay nada peor que una información sembrada de la que sabes, como espectador, que es información sembrada, que es un dato que te están dando porque luego será importante. Eso hace que te salgas de la ficción, como eso que decía Mamet del plano de un personaje tocando el piano.
        Un saludo.

    5. Hay tres maneras básicas de empezar la historia, una de ellas es con un prólogo, previo a la presentación de los personajes. Puede presentar un dato esencial y de fondo, orientar al público o abrir la narración con un fuerte impacto. Se intuye sobre que va a tratar la película aunque no es necesario ni deseable en todos los casos, depende de la estructura, sobretodo cuando se trata de un trhiller o una peli de acción. Creo que Celda 211 consigue una clara y contundente esposición, revela con gracia los antecedentes y la suficiente información sobre la trama, pistas visuales y datos importantes que se suceden mientras el protagonista anda o corre a través de la línea estructural. Mucho es lo que revela la gente que no hace o no dice.

      Un abrazo y un placer aprender cada día un poco más en este fabuloso blog…

    6. Pingback: Taller de dirección por Nacho Solana | El Cine en tus Manos

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