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FLASHBACK: EMPATÍA

Por Guionista Hastiado

Una vez tuve un productor ejecutivo que estaba obsesionado con que alguno de sus personajes tuviera un gatillazo, porque era algo que le había pasado a él hacía poco, y era un tema que le parecía importante. Hubo otro que se negaba sistemáticamente a hacer tramas en las que alguien se levantara de resaca sin recordar nada de lo que había hecho la noche anterior, porque eso nunca le había pasado a él.

Los primeros guiones que escribí, que han ido a la basura sistemáticamente, partían de la necesidad de aportar mi propia visión del mundo y hablar de mis preocupaciones y obsesiones personales. Incluso de mis soluciones a ciertos problemas fundamentales a los que se enfrenta el ser humano. Ejem, sí.

De hecho, creo que casi todos los que nos dedicamos a contar historias, o los artistas de cualquier condición, comenzamos nuestras carreras profesionales atraídos por la necesidad ineludible de expresarnos y posicionarnos.

Eso está muy bien y no tengo nada en contra de ello. Sin embargo, escribir guiones tiene mucho más que ver precisamente con lo contrario, con la capacidad para ponerse en el lugar de los demás. Es decir, con la empatía.

Desarrollar la empatía es una de las necesidades fundamentales del oficio, y quizá tenga que ver más con las habilidades sociales y personales  que con las académicas o intelectuales.

En el 99 por ciento de los guiones que escribimos hablamos de personajes que no tienen nada que ver con nosotros, ni por edad, ni por condición social, ni por modo de vida, profesión… incluso pueden diferenciarse de nosotros en el sexo, la época o la condición material (pueden ser fantasmas). Y nuestra obligación es ponernos en su lugar para ser capaces de elegir con coherencia qué decisiones tomaría ese personaje, cómo hablaría, qué argumentos esgrimiría para defender sus principios, y no los nuestros. Como bien dijo ayer el Pianista, un guión no debería plantearse como un medio para proponer nuestras tesis, sino para contar historias y entretener.

¿Cómo se enfrenta un ama de casa a un hijo adolescente que la maltrata? ¿Qué pasa por la cabeza de un violador cuando ve a una posible presa? ¿Cuáles son los sentimientos que experimenta un soldado ante el pelotón de fusilamiento? ¿Cómo justifica Karmele su salto al noble arte de la música?

Me aventuro al afirmar que casi ninguno de nosotros ha experimentado todos esos conflictos y, sin embargo, podemos vernos enfrentados a la necesidad de mover los hilos de esos personajes en esas situaciones. Y del acierto y la sinceridad que pongamos en ese objetivo dependerá, casi siempre, la credibilidad que desprenda nuestro guión. No hay nada más falso que una historia en la que constantemente se cuelan los pensamientos y percepciones del autor, en lugar de los de los personajes.

Esto no significa que no pueda haber una “visión” de fondo en nuestro trabajo. La elección de los temas, el desarrollo de los acontecimientos, determinadas ideas puestas en los labios de algunos personajes… todo ello nos puede servir de palestra para apuntar un cierto punto de vista personal. No pasa nada si es la guinda del pastel, pero no puede ser la harina. Si los personajes no tienen vida propia, tampoco la tendrá la historia.

Tal vez esto exija hacer un cierto esfuerzo personal en nuestra vida diaria. No sólo es cuestión de fijarse en el comportamiento ajeno, sino de comprenderlo y asumirlo desde otro punto de vista. A veces deberemos escarbar en nuestros pensamientos más oscuros para justificar lo injustificable. Debo entender por qué el jefe está seguro de la necesidad de rebajarme el sueldo, convencerme de que a veces el asesinato en masa es algo práctico, o administrar los argumentos que le llevaron a decidir al hijoputa del bar de carretera que era algo correcto y lógico quedarse con la cámara que encontró bajo la mesa (o igual no le pareció correcto, pero le importó un rábano, lo que sea).

Si yo soy Larry David a lo mejor puedo centrarme en contar mi visión del mundo, pero es muy posible que yo no sea Larry David y que mi visión del mundo no le interese a nadie. E incluso Larry David necesita escribir para otros personajes que no son él, y que deben resultar coherentes incluso desde de su posible estupidez.

Al igual que a los profesionales del debate se les supone la capacidad de defender un discurso desde posiciones absolutamente contrarias, los guionistas, tan tendentes a considerar que nuestro trabajo es un medio de expresión, debemos hacer un esfuerzo por asumir que en realidad un guión es un medio de comprensión.

(Publicado originalmente en Bloguionistas el 12 de febrero de 2010)

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18 comentarios en «FLASHBACK: EMPATÍA»

  1. Exacto, el quid de la ficción. Sin empatía no hay personajes, hay pajas mentales, (perdón por la expresión) que, por otra parte, pueden tener su gracia.

  2. No estoy para nada de acuerdo. Y estas premisas explican a las claras lo plomizo y atrasado que es el cine Español.

    ¿Qué tendrá que ver la credibilidad con la “empatía”? Tú puedes admirar como están plasmados todos los procesos psicólogicos, por muy sutiles que sean, de un villano y no por ello vas a empatizar con él. No tienen nada que ver, son dos cosas distintas; la empatía es una herramienta social dedicada a los sujetos no al arte.

    Y lo que es peor; no es que ya rehuses usar tus juicios de valor acerca de las cosas, es que tú mismo te obligas a justificar lo injustificable: ¿Y si no puedes empatizar con ese jefe porque te parece moralmente asqueroso? ¿Por qué tiene que parecerte bien? ¿Y si puedes pero no tienes tiempo para investigarlo? En cualquiera de los casos, irónicamente, será algo impostado y muy poco convincente, porque te estarás traicionando a ti mismo, a tu visión, debido a esa obligación que has contraído de empatía con la sociedad.

    Dices que el trabajo de un guionista es un medio de comprensión, ¿pero qué trabajo de comprensión minusvalora precisamente el intelectual como has hecho tú?

    Tú no estás haciendo arte, estás haciendo una especie de ingeniería social.

  3. En todo caso sería para un actor, no para un guionista.

    El guionista da unas pinceladas de su psicología, traumas, procesos mentales del personaje y por los que el actor debe guiarse para conseguir esa “empatía” hacia el mismo.

    Ante todo como dice el osito, somos artistas, no psicólogos. Y el artista siempre intenta interpretar el mundo en el que vive a través de su arte, no de su psicología o empatía, para eso ya están los psicólogos y psiquiatras.

    Aunque los actores también son artistas… pero son actores.

  4. La empatía es una poderosa y valiosa herramienta social e interpersonal pero poco tiene que ver con la estética. Su principal labor, como bien dice Klaatu, ejercitada por los psicólogos sobretodo, es reintegrar al sujeto en la sociedad más no comprender el mundo: esa no es su razón de ser . Se niega que sean malvados y eso es porque según la tesis del texto no han sido comprendidos en realidad. De ahí que el artista, en el fondo, sea un ingeniero social cuya obligación consistiría en abrír puentes de hermandad entre esas personas aisladas y la comunidad; absteniéndose de emitir jucios de valor y sentido común en plan ” ¿Explotas a tus empleados? Lo que eres es un hijo de puta”. Si lo hiciera, si fuera más fiel a su punto de vista a si mismo que al miedo de herir los sentimientos de los demás, la empatía social, ese labor de ingeniería títanica como esos puentes kilométricos Chinos, se vendría abajo como un edificio sin suficientes pilares. Bruuuuuuumrrbbbbbbbbbb.

    Esa es una razón, entre otras muchas, de porque el cine Español suele ser un peñazo insufrible e insoportable.

  5. Estoy de acuerdo contigo bear.

    De todas maneras volviendo a releer al “guionista hastiado” y viendo muchos blogs de guionistas, leyéndolos y analizándolos un poco desde un punto de vista más esteril y no tan apasionado, me doy cuenta de que de empatía nada de nada; más bien todo lo contrario.

    El ego suele ser un problema a la hora de hacer arte y hay mucho de eso por la guionología española. La empatía es ponerse en el pellejo del otro, tal como dice el hastiado, pero para eso hay que abandonar un poco el ego y dejarse de mirar el ombligo, al menos para desarrollar personajes y darles vida, sobre todo vida y a poder ser que tengan también espíritu, algo que no se ve mucho en el cine español: el espíritu. Y no me refiero a entidades espirituales ni fantasmas.

  6. Esto…bear; “No habrá Paz para los Malditos” PELICULÓN, oiga!

    No todo es un coñazo en el cine español, afortunadamente.

    De la televisión mejor hablamos another day…

  7. Teddy, “¿Qué tendrá que ver la credibilidad con la empatía?”
    Todo! Si no eres capaz de ponerte en el lugar del otro, nunca serás capaz de reconocer y comprender no solo las emociones del otro, tampoco su forma de pensar, las motivaciones y razones que le hacen comportarse de una determinada manera y no otra, aunque no las compartas. En definitiva, no te lo vas a creer. Y me da igual que sea un personaje de la vida real o de la ficción. En el ejemplo que pones del villano (personaje de ficción) confundes sentir simpatía con sentir empatía. Claro que se puede empatizar con un villano. Incluso se puede empatizar con los personajes de ficción del cine español cuando se da cierto grado de empatía, porque de no ser así, lo lógico es que esos personajes e histórias del cine español nos parezcan un peñazo insufrible e insoportable.

    Precisamente, hay estudios que demuestran que las ficciones (de la literatura, del cine…) consiguen desarrollar y aumentar nuestra empatía, más incluso que le técnica habitual de role playing. El espectador se implica en la história a través de los personajes y será difícil que esto suceda si el creador de estos personajes no se implica primero.

  8. Efectivamente, creo que osito confunde las palabras empatía con simpatía. Una cosa es conocer cuales son las motivaciones de un personaje y en qué medida lo mueven a hacer determinadas cosas y otra muy diferente que a ti te parezca bien lo que haga ese personaje. A ver si no nos confundimos, que esto me parece básico.

    Y si estamos hablando de la empatía de un guionista, hablemos de la necesaria por parte del espectador. Un personaje puede tener todo tipo de moral, puede ser un cabrón desgraciado y sin embargo el espectador puede empatizar perfectamente con él (y si es el protagonista, más vale que lo haga, porque si no, qué interés tiene para el espectador lo que le pueda pasar a un tio que le da del todo igual).

    Hay ejemplos a patadas de personajes que siendo moralmente malos, son queridos por el público (Tony Soprano, Dexter, los camellos de The wire…). Cómo crees que se consigue que un jefe mafioso que ordena matar gente cada día parezca el bueno de todo esto y que el público lo quiera. Tienes que ver las cosas desde su punto de vista, y saber explicarlas de tal manera que al público le parezcan aceptables y justificadas. No es un ejercicio de psicología, es una cuestión de posicionamiento.

    Alguien es capaz de decirme una serie o pelicula que haya tenido éxito con personajes protagonistas que no proyecten empatía hacia el público?

  9. Yo soy incapaz de tener empatía por Hanibal Lecter, simpatía toda la del mundo, es un personaje muy bien trazado y con mucha psicología, o psiquiatría, debería decir.

    Qué manera de confundir las cosas. Así nos va.

    1. Vaya, es inacapaz de sentir empatía por Lecter, aunque reconoce que es un personaje muy bien trazado y con mucha psicología. Curioso. Sin embargo, si que le inspira toda la simpatía del mundo. Sí, un tipo entrañable. Ideal para invitarle a bodas y bautizos o a tomar el café en casa, una tarde de domingo. Pero, con el bozal puesto, supongo. Ya sabe que tenía esa fea costumbre de comerse a la gente. Bueno, nadie es perfecto.
      A diferencia de la simpatía, en la empatía se toma distancia afectiva, para no caer en valoraciones, ni juicios morales. Si le resulta difícil enteder el concepto, piense por un momento en lo que sentía la agente Starling ¿Empatizaba con él o simpatizaba con él?
      Y ahora piense como espectador, cómo es empatía con Lecter se produce precisamente a través del personaje de Clarice.

    2. Regla, ¿se da cuenta que está hablando como espectadora y no como creadora?

      Un psicólogo o cualquier otra persona que utilice empatía, simpatía, lo que sea, sabrá si tiene éxito en meterse en las emociones de los demás comprobando la respuesta del otro sujeto y su receptividad. (No hay nada peor que creerte simpático ante una chica y descubrir que ella está lejos de conectar contigo o le parezcas un pesado). Un creador no tiene esa oportunidad.

      ¿Cómo sabe el autor si se ha puesto (o no) fielmente en la piel del jefe cabrón, el ajusticiado en el pelotón de fusilamiento o el fantasma? ¿Va a preguntarles? ¿Cómo lo saben los espectadores? . Lo más irónico de todo es que, al final, por mucha solidaridad y espíritu social que haya, el autor y el espectador evalúan las sensaciones de la pantalla, sí, pero con las suyas propias. Un artista desnuda su alma con su obra y también lo hace el espectador cuando responde a eso. No hay otra. En un momento Larry David no era nadie. Y quien tenga dudas puede ver el acutal estado del cine Español y como la gente lo siente “suyo”.

      El arte es una recreación selectiva de la realidad según los juicios más profundos del artista. No finge la realidad, sino que le da forma; escoge las cosas de la existencia que le parecen esenciales e importantes para incluirlas en su visión.

  10. Empatía: capacidad de percibir y sentir directamente, de manera que la experiencia de las emociones de otra persona como se siente.

    Simpatía: capacidad de percibir la situación de una manera similar a la persona involucrada. Esto implica, por tanto, preocupación, o la participación, o el deseo de aliviar los sentimientos negativos que la otra está tratando.

    Empatía: Sentir igual que siente otra persona, pero sin la intención de aliviar su sufrimiento.
    Simpatía: Deseo de ayudar pero sin la intención de dirigir el sentimiento propio a ese dolor.

    Según estas definiciones, yo siento empatía por Lecter (me fascina su cerebro y su personalidad) pero, francamente, no me importaría si alguien le matase.

    Un guionista debe trabajar la empatía porque necesita experimentar unas emociones que desconoce, debe ponerse en la piel del otro para poder hacer de ese otro un personaje creíble y diferente del resto. Esa es la tesis del GH y me sorprende que aún se discuta. Y encima dando lecciones.

  11. “Un guionista debe trabajar la empatía porque necesita experimentar unas emociones que desconoce”

    Y pregunto yo al que me acusa de confundir: si ni siquiera conoce esas emociones, y le está vetado dejar su opinión o impronta personal, ¿cómo pretende luego ser creíble y encima que la gente se identifique?

    1. Como apuntaba más arriba Teddy, la empatía es una valiosa y poderosa herramienta social que promueve la tolerancia y el respeto con los demás y que nos aleja del egoismo infantil de creer que sólo existe una forma de sentir, de pensar y de actuar. La nuestra. Esforzarnos en sentir, comprender y vivenciar las situaciones o emociones, a través de los ojos de los demás enriquece nuestra opinión o impronta personal, que por si sola, tanto en la vida real como aplicada a la ficción, da muy poco juego. Se imagina que la creación de todos los personajes de una ficción estuviera cortada por el mismo patrón con una única forma posible de sentir, de pensar o de actuar. ¿Se imagina que todos trasmitieran la misma impronta personal de su creador?

  12. Yo soy incapaz de sentir ninguna empatía por un psicópata como Lecter o cualquier otro asesino o malo o mafioso de cualquier ficción, por la sencilla razón de que no sé lo que se le pasa a un psicópata por la cabeza. Creo que estamos confundiendo los términos.

    Los psicólogos o psiquiatras son capaces de tener una cierta empatía o de penetrar en la mente de estos sujetos porque han estudiado para ello, y tienen sus técnicas y sus métodos; pero en el caso que nos ocupa, somos artistas que aventuramos por medio de nuestro arte en describir un personaje sea bueno o malo, y para eso sí que utilizamos nuestra “modesta psicología” artística o de ficción para pincelar un personaje cualquiera, bien sea bueno o malo o un psicópata de esa naturaleza y en todo caso se reduce a simpatía puesto que lo hemos creado y le hemos dado vida pintándolo, dándole matices y colores para que tenga vida dentro de nuestra obra; pero de ahí a sentir empatía o saber cómo piensa, creo que va un camino bastante largo.

    Siento simpatía por Lecter u otro villano o tirano de cualquier ficción, y me fastidiaría que se muriese porque sino se acabaría el personaje y se acabaría la historia. Otra cosa muy diferente, claro está, es que sienta simpatía por el asesino de la katana, o por los asesinos de puerto hurraco, que en ese caso prefiero que se pudran en la cárcel.

    Estamos confundiendo términos porque nos estamos refiriendo a la ficción, al arte, y como artistas interpretamos la realidad a través de nuestros personajes, pero de ahí a tener empatía por un personaje es algo que no me acaba de cuadrar porque entra dentro de otro terreno.

    Me da la sensación de que estamos discutiendo algo que quizá estamos de acuerdo en las formas , pero fallan en el fondo.

    De todas maneras me parece algo muy interesante de discutir y analizar.

  13. Cuidado con creer que se es capaz de empatizar con un personaje más allá de cómo nos comportaríamos porque esa simulación mental puede llevar al cliché. Hay que situarse en la piel del personaje, modelarlo, pero tratar de evitar las fórmulas. Si el espectador se adelanta al personaje demasiado, haces un carácter tipificado y no una realidad humana.

  14. No sé si lo he pillado bien y además me he perdido un poco en el debate sobre empatía y simpatía, pero tengo la sensación de que lo que el Hastiado quería decir se resume bastante bien en la máxima “que todo el que hable tenga razón”, que le he oído muchas veces a mi jefe. No se trata tanto de comprender o aprobar los actos del malvado como de comprender que, en su cabeza, tiene unos motivos estupendos para hacer lo que hace. A la hora de escribir un malísimo, esas cosas cuentan. Si el héroe quiere emplear la última dosis de antídoto en salvar a un niño al que, de todas formas, le quedan sólo dos meses de vida, estaría bien saber las razones por las que el antagonista quiere impedírselo. Si no buscamos sus razones con cuidadito, nos queda un malo de opereta que lo mejor que puede decir en su defensa es “¡odio a los niños y ojalá se mueran todos! ¡Mwahaahaa!”. Pero si escarbas un poco más y el tipo tiene argumentos razonables, tal que “necesitamos esa última dosis para poder fabricar más antídoto” (un poner), el espectador lo disfrutará un poquito más, porque pensará: “la verdad es que tiene razón… pero pobre niño, cómo lo van a dejar morir… ¿Y los otros enfermos, que se van a quedar sin antídoto por eso? Ahí también hay niños… Buf. A ver cómo lo resuelven”.

    No sé, es lo mismo que crear un triángulo amoroso: lo suyo es que los dos candidatos resulten atractivos por diferentes motivos. Si uno es guapérrimo y estupendo y el otro es un hijo de perra de categoría (y guapérrimo también, por supuesto), no puedes evitar pensar: “Esta tía es subnormal. ¿Cómo puede gustarle ese asqueroso que va por ahí enseñando fotos de ella en bolas, que le ha pegado a su hermano, que le da de patadas a los cachorros y que escupe en el suelo?”. Si tu bueno es muy bueno y tu malo muy malo, sin matices, sus conflictos se empobrecen. De ahí que sea razonable intentar ponerte en la piel del malo malísimo y entender que, en su película, él es el bueno. No para entenderle, perdonarle y aplaudirle, sino para que resulte un mínimo creíble.

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