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UN BUEN FINAL

Por David Muñoz.

A veces he dicho en mis clases que el final más satisfactorio para una película es el que resuelve el conflicto que ha provocado que tu personaje principal sea el protagonista de la historia que estás contando.

Ese “buen” final, en teoría, debería concluir en un clímax de acción -en el que normalmente el protagonista se enfrenta al antagonista-, pero también en un clímax emocional, que remate el arco del transformación del personaje y, como he dicho en el párrafo anterior, resuelva su conflicto, ya sea en positivo, con el protagonista triunfando, o en negativo, con su derrota.

Esto, dicho así, parece fácil de conseguir, pero os aseguro que no lo es.

Además, lo interesante es que ese final sea sorprendente y que a la vez parezca inevitable, lógico. Al terminar de ver la película, el espectador debe sentir que ha acabado como debía de acabar, pero lo que ha ocurrido debe haberle sorprendido.

Y, claro está, el final debe resolver la trama y las subtramas de la película. Dicho de otra manera: deben responderse de forma lógica todas las preguntas que se han formulado a lo largo de la historia.

Son muchas cosas las que parece que hay que hacer para conseguir ese buen final del que hablo.

Justo ayer vi en el cine Django desencadenado, la última película de Tarantino (y atención: puede que vengan spoilers, aunque trataré de evitarlos) y me decepcionó mucho por varias razones*. Pero una de ellas fue que más o menos a mitad de la película me dio la impresión de que la historia se había acabado y que todo lo que pasaba después era pura peripecia sin calado emocional alguno. Una vez Django coge el sombrero de vaquero, las gafas de sol y aprende a disparar, ha culminado su arco de transformación. Ya es quien es hasta el final de la película. Es cierto, tiene que cumplir su misión, salvar a su mujer de las garras del “malo”, pero además de que no hay un solo espectador que crea que Django no va a conseguir su objetivo, en cuanto al protagonista de la película ya está todo el pescado vendido. No hay nada más que contar sobre él. Solo sus “aventurillas” (iba a decir que la película se convierte en una serie de televisión, pero es que ya ni la tele es así). No es extraño que entre unas cosas y otras sea el personaje de Christoph Waltz quien, por misterioso, resulte más interesante. Dan ganas de que la película se detenga a explicar quién  es realmente, cómo llegó a América y en qué circunstancias acabó convertido en cazador de recompensas. Pero sobre Django lo sabemos todo. Y lo sabemos todo demasiado pronto.

Como ejemplos de buenos finales se me ocurren el de La guerra de las galaxias, Blade Runner o Toy Story, por decir solo los primeros que me vienen a la cabeza.

En La guerra de las galaxias Luke destruye la Estrella de la Muerte de una manera sorprendente (o que al menos sorprendió al niño que era yo cuando la vi por primera vez), y además culmina su arco de transformación, porque para hacerlo tiene que confiar no solo en la fuerza sino en sí mismo, dejando atrás definitivamente al inseguro granjero de Tattoine que conocimos al principio de la película.

En Blade Runner, Rick Deckard no consigue matar al líder de los replicantes al que lleva intentando atrapar desde hace hora y media, pero es que además éste acaba salvándole la vida y su gesto provoca que se cuestione no solo el sentido (y la moralidad) de su trabajo, sino su propia identidad como ser humano (o replicante, dependiendo de la versión).

Un gran final, y no solo por el monólogo con la paloma.
Un gran final, y no solo por el monólogo con la paloma.

En Toy Story, el vaquero Woody vuela hacia el coche en el que su dueño Andy se está mudando de casa llevado en brazos por Buzz Lightyear, el muñeco “molón” al que antes odiaba y que ha acabado convirtiéndose en su mejor amigo. El cowboy ruin y envidioso ha aceptado que ya no es el “muñeco alfa” del grupo de juguetes.

Por supuesto hay muchos otros grandes finales en la historia del cine (y finales penosos también), pero no creo que sea necesario que os de más ejemplos para que entendáis de lo que os estoy hablando.

Lo que me llama la atención es que algunos guionistas intenten convencer a los espectadores de que los finales no tienen que satisfacer todos los requisitos que he citado anteriormente.

Y últimamente, lo que más me encuentro es que se justifiquen los finales ilógicos poniendo énfasis en que lo que importa no es cerrar bien la historia sino que aporte “una verdad emocional”.

Como ya he explicado aquí, el principal promotor de esa teoría es Damon Lindelof (Perdidos, Prometheus).

Hace unos días leí una entrevista bastante interesante de Lindelof con el historietista Jeff Lemire, quien después de 40 números acaba de dar por terminada su serie fantástica post apocalíptica Sweet Tooth, publicada por el sello Vertigo de la editorial DC Comics. Si leéis inglés, podéis encontrarla aquí.

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Pues bien, hablando del final de su serie, Lemire dice lo siguiente: “El final de Perdidos me sirvió de inspiración (…). Me encantó. Sé que no le gusta a todo el mundo, pero pensé que era un final perfecto y muy bonito. Esa fue realmente la guía para mí, o al menos una de las guías para mí, para crear un final que estaba más preocupado de transmitir una verdad emocional que de hacer una gran revelación sobre el misterio”.

Lo paradójico es que la conclusión de Sweet Tooth es exactamente como esos “buenos” finales de los que he hablado al principio. No solo es muy emotivo, sino que se resuelven todas las preguntas que el lector se ha planteado sobre los misterios de la historia. Lo único que queda sin resolver son algunos flecos místicos que el propio Lemire empezó a dar de lado más o menos a mitad de la serie.

Es inevitable pensar que a lo mejor Lemire le estaba haciendo la pelotilla a su entrevistador. Pero bueno, eso nos da igual. Lo interesante para mí es ver cómo ha calado la idea del “final emocional”.

Dado que al igual que quienes practican cualquier otra disciplina creativa, a la hora de pensar en lo que podemos hacer o no, los guionistas nos guiamos por no solo lo que han hecho quienes han escrito antes de nosotros sino por lo que escriben nuestros contemporáneos (una decisión horrible en un guion de éxito la legitima durante años, si lo ha hecho X y le han nominado a Z… ¿por qué no vas a hacerlo tú?), miedo me da que mucha más gente acabe creyéndose que con que tú final sea “emocional” lo demás no importa.

Como guionistas creo que no debemos contentarnos con tener un “final emocional”. Desde luego nos simplificaría el trabajo. Ya no habría que pasar horas y horas tratando de encontrar explicaciones lógicas a cada uno de los movimientos de nuestros personajes. Renunciaríamos a rompernos la cabeza intentando encontrar una B que nos permita llegar de A a C. Pero me parece que en cierta manera estaríamos estafando a nuestros espectadores.

Encima, creo que no conseguiríamos nuestro objetivo: emocionarlos.

Porque la emoción no es ajena a las circunstancias en las que se expresa.

A ver si consigo explicarme bien.

El razonamiento de Lindelof parte de un error fundamental. Nuestro trabajo como guionistas consiste en parte en convencer a los espectadores de que lo que están viendo es, sino real, algo muy cercano a una posible realidad. Buscamos eso que hemos dado en llamar “la suspensión de la incredulidad”. El objetivo es que el espectador confíe en nosotros, que se ponga en nuestras manos, porque al hacerlo deja caer sus barreras emocionales, esas que pueden hacer que tome distancia y no llegue a emocionarse, a “creer emocionalmente” en lo que se le está contando. Y para eso, no puede estar haciéndose preguntas.

Cuando Rick Deckard persigue a Roy Batty al final de Blade Runner, todas las preguntas que la película ha planteado sobre la lógica de lo que está ocurriendo ya han sido respondidas. La investigación del verdugo de replicantes ha concluido. Lo único que queda es saber qué va a pasar, cómo, y qué va a significar para el protagonista.

Viendo esa escena, el espectador está en la emoción que transmite lo que está ocurriendo.

Pero imaginemos esa misma escena escrita por un guionista que no se hubiera preocupado de explicar bien las cosas (porque total, ¿qué importa?). Estaríamos preguntándonos… ¿Quiénes son realmente los replicantes? ¿Por qué están haciendo lo que están haciendo? Etc. Nos despistaríamos. No podríamos entregarnos a lo que está ocurriendo.

Estaríamos viendo Prometheus y no Blade Runner. O Django desencadenado (exagero un poco, Django es de lo más rigurosa comparada con la película de Ridley Scott).

¿Por qué el Doctor Schultz hace lo que hace al final del segundo acto? ¿ Por qué ese empeño del personaje de Leonardo Di Caprio en pretender… en fin, ya lo sabéis los que habéis visto la película? ¿Cómo es posible que los malos del tercer acto sean tan bobos como para caer en la trampa que les tiende Django?

Y así, cuando Django consigue su objetivo, no te emocionas. Piensas: “Debería estar muerto”.

Con esto no estoy diciendo que un guion lo deba dar todo mascado o explicar con pelos y señales cada una de las cosas que ocurren en la historia. No es eso. The Master me parece un guion ejemplar, y lo es a pesar de su radical uso de la elipsis y de todo lo que no llega a contarse. Creo que es interesante que en su cine, Paul Thomas Anderson elija la ruta contraria a la de Lindelof. Las reglas de su mundo están perfectamente explicadas, pero lo que decide escaquear son precisamente momentos emocionales, de relación entre los personajes, consciente de que hay decisiones que no pueden ser explicadas de forma lógica. Lo que no impide que el final de The Master sea tremendamente emocional y que resulte muy satisfactorio.

En realidad, la necesidad de entender lo que ocurre y por qué suele ser mayor en el cine fantástico y en el de ciencia ficción, en el que parte de la gracia de la historia es introducir al espectador en un mundo que no conoce. Resulta un tanto deshonesto pretender que entonces los espectadores no se hagan según qué preguntas.

Y de verdad que yo preferiría no hacérmelas.

Pero por poner otro ejemplo, ahí estaba yo, viendo el final de El hobbit preguntándome: Vamos a ver… ¿por qué las águilas no llevan ya a los enanos y a Bilbo hasta la montaña del dragón? ¿Qué les costaría? ¿Por qué es así y no de otra manera el “servicio de taxis” de la Tierra Media?

Demasiados porqués como para salir del cine tan contento como me habría gustado.

Y termino con una pregunta. ¿Cómo fue el final de Fringe? ¿Bueno, malo, regular? ¿Se cerró bien la historia? Es una serie que dejé de ver después de la primera temporada, pero tengo bastante curiosidad por saber si ha terminado bien o no.

*Y no soy precisamente “anti Tarantino”. Muchas de sus películas se cuentan entre mis preferidas, entre ellas, la anterior, Inglourious Basterds.

17 comentarios en «UN BUEN FINAL»

  1. Estoy muy de acuerdo con todo lo que dices. Un buen final lo arregla todo, o lo destroza todo. A mi también me gustan los buenos epílogos. Cuando acaba Blade Runner, y Deckhard intuye que es replicante, yo me pregunto, ¿y ahora qué, qué va a hacer con lo que sabe?… A veces basta con una mirada o con una buena línea de diálogo para resolver eso. Yo siempre recuerdo el gran epílogo de “Los intocables de Eliott Ness”. Después de que Ness ha luchado contra los mafiosos del tráfico de alcohol, ha vencido, y ha perdido tanto en el camino, un periodista que le ha ido siguiendo durante la historia le pregunta “Señor Ness, parece que van a abolir la ley seca, ¿qué va a hacer usted ahora?”… “Tomarme una copa.” Grande.

  2. A mí Django también me dejó tibio, pero desde que la vi no he hablado con nadie que no me haya dicho que la peli “es la hostia”. Entiendo que la gente va a ver a Tarantino con cierta predisposición deferente, los ‘tarantinianos’ fanáticos son espectadores dóciles que se dan por satisfechos con asistir a uno de sus mordaces diálogos o con ver una de ‘esas’ escena o un personaje fuera de lo común o un negro vestido de azul eléctrico en el siglo XIX. No importa que la estructura no sea sólida (¡es Tarantino!), que el final parezca diferirse y se convierta en un múltiple final dilatado en una hora de película o que haya preguntas sin cierre: es exagerado la omisión de motivaciones, sobre todo en las mencionadas de Waltz y Di Caprio; el primero se nos presenta un tipo que va por su cuenta, inteligente y locuaz pero sin escrúpulos, ¿por qué hace lo que hace al final? cierto que hay un relativo arco de transformación moral, pero él es un tío que mata por dinero con un pretexto moral que ni él se cree (eso sí, ver morir a negros le conmueve); Di Caprio es un fanfarrón lenguaraz y aparentemente astuto, pero al final hace lo que hace (no le da tiempo, pero parece obvio que lo va a hacer) porque tiene el orgullo herido tras haber caído en las argucias de la dupla africo-alemana; es decir, por una pataleta. En fin, que si hay escenas de puta madre, diálogos bizarros y picaditos y geisers de sangre, a veces es suficiente.

  3. Cuando voy al cine y veo una película con un final abierto pienso:

    “Estos que han hecho la película se creen que con este final indeterminado, han hecho una obra de arte pero lo que han conseguido es que me lamente por haber pagado mi entrada.

    O bien: “Estos lo que quieren es rentabilizar la película y hacer una segunda parte”.

    Aparte de gustarme los finales cerrados, también quiero que los personajes vayan progresando conforme avanza la película y que lleguen a su cénit justo cuando quedan pocos minutos para el final.(Estoy de acuerdo que esa es la mejor forma de emocionar al espectador).

    ¡Enhorabuena por el post! Algunos directores se convierten en “vacas sagradas” y me parece muy bueno tu análisis.
    Saludos

  4. ¿Si lo hace fulanito y pegó un pelotazo, por qué no hacerlo?

    Me vienen a la cabeza las películas de cierto director indio, de moda en su momento y ahora bastante denostado. Todas sus películas tenían que tener un final sorpresa para que el público saliese impactado.
    Sin embargo (ojo con SPOILERS de El Sexto Sentido… por si acaso), a mí me parece que esos finales juegan en su contra. Me explico.
    La primera vez que ves la película, te sorprendes de que realmente el psiquiatra no esté vivo, pero si la ves de nuevo sabiendo eso, te das cuenta que eso sobra. Tanto el arco del psiquiatra como sobre todo el del niño con su madre (mucho más duro y que a mí me llega como pocos me han llegado), se cierran perfectamente. Uno se redime y el otro asume su particular condición, que asume también su madre.
    ¿A dónde quiero llegar? A que es uno de los finales más famosos de la historia del cine, que casi todo el mundo queda impactado y lo ve fundamental… pero la verdad, para mí es innecesario, son fuegos de artificio. Muy bien hechos, porque muchas cosas encajan, pero si no te lo dicen, no sabes que tienen que encajar, no se plantean esas preguntas, simplemente se ofrece una respuesta impactante.
    Sin embargo, en Los Otros, película con la que se compara, sí creo que es necesario ese final, porque si no es así, quedarían muchas cosas sin explicar, preguntas que sí se han planteado durante la trama.

    Shyamalan se hizo famoso con eso, lo explotó en otras películas, pero a mí sus finales sorpresa me sobran casi siempre. El Protegido es una maravilla, el arco del prota se completa perfectamente, el de su hijo y el de su “descubridor”… ¿para qué ese final? Vale, añade un punto más, pero no es necesario. Es como ese epílogo que dice Jordi.

  5. Muy de acuerdo con lo que dices, menos con lo de Django, puesto que no la he visto. Pero hablando de finales hay una cosa de la que me gustaría saber tu opinión y la de los lectores de este blog. Es bastante probable que me gane el desprecio del “respetable”, por lo que voy a decir, pero bueno, asumo el riesgo.
    No os parece que en el final de Toy Story hay un “PORQUE SI” de caballo, cuando Buzz lightyear incomprensiblemente vuela. Porque no planea, vuela cual gaviota.
    Me imagino que es un momento de concesión por parte del espectador para hacer el final más épico y/o emotivo, pero a mi es que me chirria, y me jode, porque pienso que lo podrían haber resuelto mejor, ya que la película merece toda mi admiración.
    Espero que alguien pueda darme su opinión al respecto. Saludos.

  6. David, antes de nada, te doy mi enhorabuena por este post que, como otros tuyos anteriores que he leído, son siempre magistrales. (ya lo he anotado en letras bien “negritas” para recordarlo en el guión que comienzo).

    Estoy de acuerdo contigo en que un filme que no se resuelve a tiempo y de manera redonda, o te deja emocionalmente frío y/o bastante mosqueado.

    Sin embargo, mi pregunta es la siguiente: ¿cómo escribir finales “redondos” en las dos primeras entregas de una trilogía? Porque, como sucedió en “El Señor de los Anillos”, el “cierre” de “Las dos Torres” me produjo tal decepción que juré no volver a ver una segunda parte en el cine (sino en DVD) antes de asistir a la tercera en las salas.

    Si la “solución” óptima es posible, me gustaría saber cuál es.

    Un saludo de alumno de aprendiz de chamán.

  7. Aquí una que viene a defender Django, aun estando de acuerdo en parte con las objecciones. Ojo quienes no la hayan visto aún.

    Es cierto que Schultz atrapa mucho más que el propio Django, pero creo que el misterio a su alrededor tiene que permanecer tal cual para que nos guste tanto. Por otro lado, el Oeste, que ocupa la primera mitad de la película, estaba lleno de Schultzs: habían emigrado primero a América a hacer fortuna y después a los nuevos territorios porque en el Este no se habían comido un colín. Tan es asi que Schultz deja su profesión (cualquiera que fuese su profesión real) para hacerse cazador de recompensas.

    Y de la mano de esto llegamos a ese impulso casi al final. Un personaje que ya nos ha demostrado varias veces que no es que sea un indecente pero tampoco tiene muchos escrúpulos (incluso con redundancias de diálogo) y que, en esa media hora, va modificando ese comportamiento: corre un riesgo innecesario para salvar a un pobre esclavo que no le importa un pimiento, por ejemplo. En las escenas anteriores, a Schultz se le terminan de revolver las tripas. Yo sí compro ese impulso, que es la redención de Schultz: es lo que le diferencia de otros “comerciantes de carne”, empleando sus propios símiles.

    Igual compro que los tratantes de la mina sean rematadamente tontos. Como lo son los capataces de la plantación. Tontos, alcoholizados, sucios… los veo como un icono local. El sur profundo y chungo de Predicador de Garth Ennis o, más cercano en el tiempo, el del pantanal de True Blood.

    Lo que ya compro mucho menos es, en efecto, la resolución final. Hay mucha cobardía ahí. Creo que la primera opción era que Django muriera en el tiroteo, porque, como dice el mayordomo, el negro nunca puede ganar. Y si él hubiera podido sobrevivir, Hildi no. Django ahí es el negro de Mandingo y el negro de The Wire, y en esa poética jodida me tiene. Por eso yo alabo la película a pesar de todo.

    No hablaría yo de un final “emocional” a lo Lindelof sino de un final cobarde, aunque quizá sea hilar demasiado fino.

  8. Pues el final de Fringe… Más bien malillo. Ahora que reviso las dos primeras temporadas, encuentro que cualquier capítulo de aquellos es como 500 veces mejor que cualquiera de la cuarta o la quinta (mejor dirigidos, también; había más presupuesto, supongo). Claro que, Fringe no era Perdidos. Supongo que Abrahms o sus equipos aprendieron la lección. Los misterios que se lanzaban en Fringe se iban resolviendo poco a poco (la dosificación de la información de la segunda temporada a mí me parece magistral). ¿Qué ha pasado, pues? Que se han liado. Que en el momento en que metieron nada menos que una línea de tiempo alternativa, no vieron que eso les impedía recuperar cosas de esas primeras temporadas (si Peter no existió, ciertas cosas nunca se hubieran dado). Y para colmo, la forma de resolver todos los problemas (en este caso, los Observadores, como antagonistas) acuden a un viaje en el tiempo que causa más preguntas que respuestas. Vamos, que han seguido el camino opuesto a Perdidos. No han sembrado misterios que luego no cerraron (aunque yo soy más defensor que crítico de Lost, todo sea dicho), sino que han cerrado creando misterios. Tanto monta, monta tanto. Aparte, de una poca chicha, y de una falta de suspense acuciante, en ese último capítulo, donde todo se veía venir. No, mi sensación es que la ciencia ficción no se toma en serie en televisión. Ni la fantasía. No todo vale.

    Ahora, que, como bien dices en el post, esto crea “escuela”. Igual que Doctor Who es intocable en sus soluciones absurdas (cuando las tiene) para sus fans, lo es Fringe con los suyos. Esto se parece cada vez más al fútbol. Si eres de un equipo, todo lo que hace tu equipo es estupendo; y lo que hace el otro, un desastre. Y esto vale para Tarantino, por cierto. Cualquier se atreve. De hecho, debe ser la primera mala crítica que leo sobre Django. Ah, las malas películas también crean escuela… Y si tienen éxito, pues aún peor.

  9. Yo creo que Django se aprovecha de ese ingrediente que siempre nos funciona a los humanos, desde el principio de los tiempos: el deseo de venganza. Normalmente decimos que todas las tramas se basan, en última instancia, en las pulsiones freudianas de eros y tánatos.

    Pero creo que en el ser humano esas dos pulsiones han engendrado un hijo bastardo: la venganza.

    Es como si las dos pulsiones anteriores hubiesen engendrado un hijo bastardo. Si hay un agravio pendiente, el público normalmente estará en vilo hasta que ese círculo se cierre. Como una especie de “gestalt” moral.

    Yo reconozco que me lo pasé como un enano durante toda Django. Aunque también reconozco que ayer volví a verme el final de Kill Bill 2 y ése no sólo lo disfruto: También me emociona. Y supongo que es así porque (como bien dices) en ese caso, además del elemento emocional por sí mismo, cuenta el hecho de hacerlo coincidir con un punto clave en la evolución del personaje y la resolución de su conflicto.

    Con respecto a lo de las águilas de la Tierra Media, si mal no recuerdo, en el libro del Señor de los Anillos no podían llevarles en plan taxi porque había que ser discretos y tal, pa que Sauron no se enterase. En el Hobbit no recuerdo qué excusa se sacaba de la manga, pero es cierto que canta muchísimo.

  10. Hola a todos,

    Interesante línea de debate la que se ha abierto aquí. Felicidades a David por arrancar esto y por sus acertados comentarios.

    Resumiendo un poco: soy 100% de finales cerrados, lo que debe ser un final de manual es el más dificil de conseguir de todos, el ejemplo de “El imperio contrataca” genial para capítulos intermedios de trilogías, las águilas no les llevan a la montaña Solitaria por miedo a despertar a Smaug (en el libro), el doctor Shultz ya en la primera escena declara que aborrece la esclavitud… arf, arf, arf Voy a coger un poco de aire.

    Respecto a Django, casualmente esta mañana he publicado un anális al respecto. Abajo lo dejo por si alguien quiere leerlo… a mi la pelicula no me ha fascinado tanto como casi todas las de Tarantino, pero le doy el tremendo mérito de haber cruzado la línea de madurez en su cine: por primera vez hay un mensaje y la violencia (casi siempre gratuita) aquí tiene un precio y un significado.

    Para más detalles: https://xurl.es/c6my3

    Un saludo!

  11. Pues yo voy a defender el final de Fringe. Aunque es verdad que la 4ª temporada es mala y supone un lastre importante en la linealidad del argumento, que obliga a dotar de una cierta omnisciencia al trio protagonista para no quedarse atascados, la resolucion de la trama es buena.

    En general Fringe evita muy bien cometer la mayoria de los errores de Lost: va resolviendo preguntas, pero a la vez va crean otras nuevas. Cada temporada tiene enigmas nuevos, y solo flojea precisamente cuando la ciencia-ficcion se convierte en excusa para un melodrama bizarro. Y toda la historia acaba manteniendo la lógica interna hasta el último momento.

    Es cierto que el último capítulo peca de una cierta previsibilidad, pero a mí eso no me parece un defecto. Todo lo que ocurre es lógico, la trama de la temporada ha llevado a todos los personajes hasta ahí, e incluso se le da un nuevo sentido a cosas de capitulos anteriores. Podria haber sido mas sorprendente, sí, pero la historia respeta su propia lógica, su propia inevitabilidad. Por eso no sorprende: porque dos capitulos antes nos habian dicho que tenia que ser así. Por mucho que los personajes quisieran cambiarlo, otro final habria dejado sensacion de inacabado.

    1. Bueno, yo encuentro que lógica y previsibilidad no tienen por qué ir juntas. Como dice David, el final tiene que ser lógico, inevitable y, al tiempo, ofrecer cierta sorpresa. O por lo menos, que se intuya la posibilidad de que a lo mejor no se logre el objetivo. Suspense. Además, que la solución contra los Observadores sea un viaje en el tiempo que los elimina, y, por tanto, afecta a toda la línea temporal (ya afectada por la otra línea temporal… ganas de complicar las cosas) no me parece ser muy respetuosos con la lógica. La lógica de la última temporada, puede. La de toda la serie, no. No es que esperáramos que al final los malos ganaran, ni mucho menos. Pero es que para que los buenos ganen realizan una serie de cosas que invalidan todo. Aparte, insisto, ese final no cierra sino que abre preguntas: ¿si los observadores no hubieran existido todo lo que ocurría antes hubiera sido lo mismo? ¿Es que por ser una línea diferente de tiempo la participación de los observadores no era relevante? No sé, a mí me genera más preguntas que respuestas. Y lo peor es que ha habido buenas ideas en esta temporada. Pero…

  12. ¡Por fin leo algo acorde con lo que yo vi! Para mí, la película se acaba en el mismo momento que mencionas. Desaparecen los personajes que tanto interés han despertado durante esa primera hora de cinta y sufren una transformación que no funciona. Django se convierte en un ser abyecto y Schultz, sencillamente se desvanece. Bien es cierto que los diálogos siguen siendo brillantes en todo momento. En eso, Tarantino es un maestro. Y también es cierto que Jackson y Di Caprio toman las riendas, pero creo que nos priva de un duelo de parejas que prometía mucho más. Insisto, se desvanece el dúo protagonista.

    Y un apunte, el gazapazo. En el recibidor del Club Cleopatra aparece una reproducción del busto de Nefertiti, descubierto el 6 de diciembre de 1912. La historia de Django está ambientada en 1858. Curioso.

  13. Pingback: Un buen final

  14. Y como todo tiene su excepción diré una sola palabra para describir un final sublime que no cumple ninguande esas condiciones (y de ahí su genialidad):
    MEMENTO

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