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EL LIBRO DE ESTILO

Por Chico Santamano.

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Permítanme que me ponga serio y trascendente (ya ves… como si alguna vez no lo fuera). Creo que va siendo hora de que en este blog se hable de la auténtica problemática de nuestro gremio. Sí, es jodido sentarte a escribir, es duro encontrar a un productor y más duro aún es negociar el dinero con el que deberías vivir todos los meses que tardas en volver a conseguir semejante heroicidad. Pero una vez que lo has logrado, una vez que la peli se ha rodado y va a ver la luz llega ese momento en el que uno tiene que pensar ¿y qué coño me pongo para el estreno?

Como para una novia gitana de “Mi gran boda gitana”, el día del estreno debería ser el más feliz de tu vida, pero se convierte en un auténtico engorro. Vas del palo “la moda no me interesa”, “soy un intelectual”, “estoy por encima de todo esto”, pero en el fondo has visto a Fernando León en los Goya y sabes que no puedes ir de cualquier manera. Hacerlo sería tan forzado y postureico como ir de frac o de Óscar Jaenada. Y entonces empieza la tortura…

¿Ponerte el traje de la boda de tu prima es una opción? Sin duda, pero ¿de verdad no vas a comprarte nada para el estreno? ¿Vas a ser así de cutre? Ni las gitanas de “Mi gran boda gitana” heredan el vestido de la matriarca gitana. Es tu puto día, estírate. Vas al H&M… – guau… ¿H&M? ¿he dicho “estírate”? Así están las cosas…- Bien, vas al H&M, miras trajes y piensas: “Genial, me encanta este. Es sencillo, es sobrio, es mi rollo, sólo cuesta 160 euros y… mierda, es igual que el de la boda de mi prima”. ¿Para qué comprarte un traje si ya tienes uno prácticamente igual?

Vale, quizá no sea tan buena idea lo del traje. Sobre todo porque si de verdad quieres decir “aquí estoy yo” deberías llevar un SEÑOR TRAJE. Un traje del copón. Un traje que te costaría casi tanto como lo que te pagaron por la escaleta y las dos primeras versiones de guión juntas. Quieres molar, pero quizá no a cualquier precio.

De repente te enteras de que al director y a los protas les llevan a un showroom. ¡UN SHOWROOM! ¡Van a prestarles ropa! ¡Ropa molona! ¿Qué digo molona? Ropa mucho mejor… ¡ROPA CARA! ¡SÍ! Dios… el homosexual que vive en mí salta de emoción. El nuevo rico que se esconde en mi interior grita: ¡Ya era hora! Esta es la tuya, pero claro… un momento. Parapara… te has enterado porque se lo has oído comentar no se sabe bien a quién. ¿Qué quiere decir eso? Que absolutamente nadie está interesado en dejarte ropa. No eres más que un triste guionista. Y es entonces cuando te das cuenta de algo que primero te jode el ego, pero que cuando lo piensas dos veces te alivia sobremanera. La única alfombra roja que pisa un guionista es la del típico hostal de dos estrellas que pide a gritos un cambio de decoración. Los guionistas no hacemos photocall ni subimos al escenario junto al director y los actores a presentar la peli… es decir, nadie va a fijarse en los guionistas.

Entonces… ¿Para qué coño me voy a poner de punta en blanco si ni Dios va a reparar en mi presencia? ¿Me voy a poner un traje para estar sentado en un puto cine? Es más… estamos en invierno. Voy a entrar a los Capitol con abrigo (adiós estilismo) y cuando esté dentro me quitaré el abrigo y por supuesto también la americana para que no se me arrugue al sentarme, ¿qué coño hago vestido de traje? Lo mejor será buscar alternativas… ¿Puedo dejar de pensar como un cateto con el puto traje y pensar más allá? Voy al estreno molón de mi peli molona. No voy a pedir una hipoteca. Ni siquiera voy a concederla. ¡Adiós, traje! Sí, joder. Ampliemos miras. ¿De qué te sirve tener amigas modernas que leen el SModa y el Sartorialist? Les pides opinión y se emocionan. ¡Ellas te eligen la ropa! Piensas que es la mejor decisión que has tomado nunca. Al fin y al cabo no tienes tiempo ni ganas de pensar en estilismos. Y entonces llega el primer mail cargado con fotos de cómo te ven ellas sobre la alfombra roja.

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Y quieres morirte.

Has vuelto una vez más a la casilla de salida. Quedan dos días para el estreno y no tienes NADA. Bueno, sí… el maldito traje de la boda de tu prima. Tu mejor aliado. Ese traje se ha convertido en el puto Danny Glover de Mel Gibson. En la Scully de Mulder. En el Patricio de Bob. Pero te entran las dudas de nuevo.

¿De verdad vas a ir como si fueras el testigo de una gran boda gitana? Bien, ha llegado el terrible momento de plantearte que quizá la única solución es un “ni pa ti, ni pa mí”. Ni elegante. Ni fernandoleónyaranoa.

Salvas la americana, te cascas unos pitillos y a correr. Pero claro, necesitas algo nuevo… ¡Me compro la corbata! Y ya que va a ser mi única inversión quiero una SEÑORA CORBATA. Quiero que todo el mundo se fije en la corbata. Quiero que la corbata le quite protagonismo a la estrella de la peli. Quiero estar nominado a la mejor corbata del año. Y para ello quiero una puta corbata digna de Don Draper. Quiero encanto. Quiero clasicismo. Quiero molar. Quiero ser ÉL. Buscas en google “Corbatas vintage”. Y uoh! encuentras una web yanki con unas corbatas que son puro Mad Men. Me fumaría un cigarro si fumara. Me bebería un copazo en la oficina… si no tuviera que conducir. Esa corbata es tu rollo puro y duro. Y encima te las envían a domicilio. Y… ¡cagada! Tardan una semana.

Una vez más, tu madre, tu hermana, tu novia, todas tenían razón… ¿Por qué lo dejarás todo para el último momento? Sólo hay una solución… ¡Hola, Amancio! 

Las puertas de Zara se abren para recibirte y te compras una corbata que resuelve todos tus problemas. Corbata negra. Fina. 9 euros.

Y oye, ni tan mal, ¿eh? Te plantas en el estreno con tu americana, tu corbata fina, tus pitillos. La peña flipa de lo elegante que vas. Lógico. Podrías ir mucho mejor, pero la costumbre juega a tu favor. Eres guionista. Te pasas la vida con sudaderas y deportivas. En cierta manera lo has petado, pero una vez que te sientas en la butaca, se apagan las luces y piensas… ¿y todo este quebradero de cabeza… para qué? ¡¡Nadie te ha hecho ni una puta foto a la entrada!! Es terrible. TERRIBLE. Todo lo que queda son las fotos de la fiesta del estreno a las tantas de la madrugada. Te levantas y tienes 68 alertas de facebook. Un colega te ha etiquetado amablemente y ahí estás. En todo tu esplendor…

Estilismo capilar imposible por cortesía de 3 litros de sudor y grasa. Tu americana, al igual que Antonio Anglés, en paradero desconocido. El nudo de la corbata a la altura del escroto. Tu buena sobaquera bien marcada y las poses “cachondísimas” que no falten… no hay foto en la que no salgas fingiendo un doggy style con tu coguionista.

Y es en ese justo momento en el que te das cuenta de por qué jamás pisarás un showroom.

10 comentarios en «EL LIBRO DE ESTILO»

  1. Genial Santamano! Tu conflicto de guardarropa está a la altura de los dilemas existenciales de Girls o los de las veteranas de Sex and the City. Lloré de risa. En abril es mi primer estreno y tres meses antes ya estoy deliberando entre un superficial “qué me pongo” y un muy cobarde “voy o no voy?”.

Los comentarios están cerrados.

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