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¿QUIÉN MATÓ A LA SEÑORA DE CUENCA?

Llévame a Cuenca, nena.
Llévame a Cuenca, nena.

por Ángela Armero.

Lo admito: estoy muy aburrida de hablar una y otra vez de la señora de Cuenca. Sobre todo porque creo que, afortunadamente, está muerta. Hablar de ella una y otra vez es como empecinarse en perpetuar modas que en su día fueron omnipresentes y de las que no había forma de escapar, como el “Ola ke ase” o decir que algo es un adjetivo, “no, lo siguiente”. Así que hagámonos a la idea de que a esta buena mujer ya va siendo hora de que le busquemos una tumba y un epitafio acorde a su trascendencia y a lo alargado de su sombra durante los años. Por ejemplo, “No soy tan imbécil como pensabas”, “Me has aburrido igualmente” o “Me cagué en tus mejores ideas”.

Creo que el debate interesante ahora tiene más que ver con quién mató a la señora de Cuenca; porque hay muchas maneras de matar, pero solo una de estar muerta. Últimamente, casi con cada serie que se estrena, a la pobre difunta se le pone un clavo nuevo en su ataúd. Cada nueva serie la mata a su manera, o la termina de rematar, cual tiroteado en Vietnam que sigue recibiendo plomo y sacudiéndose épicamente, resistiéndose a la idea de morir.

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Creo que empezó a estar en el punto de mira cuando algunas de las máximas que eran ley hace algunos años empezaron a ponerse en tela de juicio. A saber, las siguientes:

-La obsesión por la ambigüedad geográfica. No hace tanto tiempo, la mayoría de las series debían transcurrir en “alguna gran ciudad” o “en el campo”, con la idea de no segmentar la audiencia con esas minucias. (Me viene a la cabeza lo que dijo Hagai Levi en su masterclass del pasado sábado en Madrid: “Si escribes algo debería ser local. No puedes convertir Madrid en Nueva York. No será Madrid, ni será Nueva York. No será ningún sitio. No será bueno”.)

-El rechazo feroz a los particularidades autonómicas, especialmente a la variedad de acentos. Prácticamente todos los personajes hablaban en un español neutro, salvo alguna criada andaluza que se colaba en algún hogar español neutro; y el rechazo feroz a hacer chistes sobre las diferencias culturales entre las diversas autonomías de España.

-La necesidad de incluir mayores y niños para atraer al máximo público posible. Antes era casi una obligación, pero varios éxitos recientes parecen contradecir esta tendencia, tan frecuente en los 90 y a principios de 2000. Paradójicamente, en la actualidad, las series más vistas no ofrecen apenas tramas relacionadas con niños o con ancianos.

-La fijación por crear protagonistas bondadosos y empáticos, con los que la gente (la señora de Cuenca) se pudiera identificar. Sin llegar a extremos de complejidad y relativismo moral como Don Draper, Tony Soprano, Diane Lockhart o Vic Mackey, por las series españolas han empezado a desfilar personajes que no son necesariamente santos o santas o por el contrario, villanos recalcitrantes dignos de un mal tebeo.

-El miedo a propuestas narrativas sofisticadas o tramas complejas.

-El rechazo a propuestas de géneros teóricamente minoritarios, como la ciencia ficción.

-La prevención de tratar temas socialmente sensibles, como el terrorismo.

-La obsesión por construir historias de amor en torno a una tensión sexual que no se libera hasta el final de la temporada.

Y seguramente habrá otros predicados de la señora de Cuenca que han pasado a la historia.

Si nos fijamos en algunas de las series recientes de más éxito, podemos ver de qué maneras se han cargado a la buena mujer. Creo que una de las series que más tiros le han pegado a la señora de Cuenca es “El Príncipe”. Si alguien le hubiera dicho en, pongamos por ejemplo, 2007, que una de las series de más éxito en 2014 sería una cuyo eje es el terrorismo islámico, que transcurre en una barriada de Ceuta y con importante protagonismo de una familia musulmana, plagada de personajes moralmente ambiguos y sin niños ni abuelos, a la buena señora le hubiera dado un aire.

Otro atentado a su salud sería “Allí abajo”, que transcurre en Sevilla y su tema principal es el contraste (encima humorístico) entre vascos y andaluces.

Le parecería un escándalo que la tensión sexual en Velvet se “resolviera” en los primeros episodios. Después comprobaría que el sexo “temprano” no le restaría ni un ápice de interés a la trama sentimental; quizá, por el contrario, le añade matices y profundidad al vínculo.

Ya nos hemos acostumbrado a las series de época, pero seguramente a la señora se le hubieran puesto los pelos de punta al ver “Hispania” o “Toledo”, o le pareció bastante rara “La Fuga”; o le generó rechazo la dureza de la vida en la cárcel de “Vis a vis”, y le chocaron las lesbianas de “Hospital Central”, del mismo modo que se le levantó la boina con los tríos de “Fisica o Química”. Se quedó completamente alucinada de la diversidad de escenarios naturales de “El Tiempo Entre Costuras”, y con la audacia de la espía Sira Quiroga. Le daría demasiada pena la historia de unos chavales con cáncer y quizá se negaría a ver “Pulseras Rojas”.

De buenas a primeras pensaría que las premisas de las series de ciencia ficción, como “El Ministerio del Tiempo” o la inminente “The Refugees” tampoco eran para ella.

Poco a poco, con cada serie nueva, con cada pequeño riesgo que los creadores de series han tomado, la señora de Cuenca se ha ido poniendo mustia porque se ha dado cuenta de que cada vez tiene menos cosas que ver, y oye, al final se ha muerto de pena.

Las audiencias siguen siendo grandes, pero ahora los riesgos también lo son… y compensa.

DISCLAIMER: En este muy modesto artículo hablo de algunas series, pero no puedo consignar todas las asesinas de la Señora de Cuenca. Para aportar más ejemplos, reflexiones, omisiones o insultos están los comentarios.

DISCLAIMER 2: Lo anterior no implica un juicio de valor peyorativo sobre las series clásicas de consumo familiar. En nuestra televisión ha habido series fantásticas que han hecho historia y que incluso han cruzado el charco: Los Serrano, Cuéntame, Los Misterios de Laura. Simplemente se trata de analizar una tendencia. 

5 comentarios en «¿QUIÉN MATÓ A LA SEÑORA DE CUENCA?»

  1. Pingback: A great time to be a TV fan | Innovación Audiovisual

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