Saltar al contenido

HACER TUS PROPIAS COSAS, CONSERVAR TU ALMA

enhanced-buzz-2439-1311016515-37

.

Por Juanjo Ramírez Mascaró.

He conocido guionistas que tienen carnet de conducir, he conocido guionistas que beben Nestea… e incluso he conocido guionistas que no escriben sus propias cosas al margen del trabajo. Suelen ser personas con mucho talento y desempeñan sus labores con una profesionalidad incuestionable. Les gusta su oficio, pero no les nace crear nada más allá de aquello por lo que se les paga.

Me parece muy respetable y me intriga al mismo tiempo. Yo no sería capaz.

Hay algo casi irracional que me impulsa a currar al margen del “trabajo alimenticio”, que me obliga a escribir otras cosas por mi cuenta. Cosas que nazcan de mí, escritas como a mí me apetece que se escriban.

¿Por qué muchos necesitamos hacer eso? Todos sabemos que no es fácil ponerte a escribir en tu tiempo libre cuando te has pasado toda la semana explotando tus neuronas y tus musas en otras lides. Estamos condenados a correr nuestras carreras más personales cuando el caballo está cansado.

Y sin embargo lo hacemos.

Al menos en mi caso he llegado a la conclusión de que necesito escribir cosas propias para conservar mi alma, para no borrar mi identidad.

Cuando escribes guiones para televisión, o cuando escribes cine por encargo, es muy fácil olvidar quién eres. Se trata de procesos industriales donde uno renuncia a una buena parte de su personalidad para convertirse en una pieza de una maquinaria, un engranaje de un sistema. Nos han enseñado que ser profesional consiste en adaptarse. Posiblemente sea cierto. Es muy zen eso de renunciar a tus caprichos. Muy místico. La humildad y todo eso.

No nos engañemos. Cualquier labor creativa nace del ego. Cualquier labor creativa es una muleta que el ego se ha inventado para sobrellevar los problemas y zancadillas provocados por el propio ego. Sin ego no hay artista. Creo que pocos oficios están tan legitimados para pecar de egolatría. El solo hecho de autoproclamarnos artistas ya es ególatra.

Creo firmemente en la necesidad de domar nuestro ego, pero tengo al mismo tiempo la sensación de que estamos inmersos en un sistema que fulmina las facciones más útiles del ego y alimenta las más mezquinas, las más desoladoras.

Decía más arriba que escribir de forma “profesional” consiste en adaptarse. Adaptarse a las necesidades de un formato, o a la visión de otras personas que tienen más poder de decisión que tú. La visión de esas personas no es necesariamente ni mejor ni peor que la tuya, pero es la que vale.

A mí se me ha encogido el alma más de una vez cuando he visto a compañeros con un talento y una trayectoria apabullantes salir deprimidos de una reunión porque el coordinador o el productor no han comprado ninguna de sus ideas. Salen diciendo: “Yo no sé si sirvo para esto. A lo mejor me he equivocado de trabajo.” Y da igual que les digas que a ti sus ideas te parecen cojonudas, da igual que les recuerdes que un mal día lo tiene cualquiera, sobre todo cuando estás jugando a “frío frío, caliente caliente” con una persona que tiene el bastón de mando pero no necesariamente la verdad absoluta. Tú tampoco la tienes. Ni nadie. Sabes que eso no consuela, porque la semana anterior te tocó a ti “no acertar”.

Nos piden adaptabilidad y sumisión en un oficio cuyos cimientos se arraigan en todo lo contrario.

Por eso defiendo tanto la idea de que el guionista escriba sus propias cosas. Guiones, novelas, cuentos, cómics, microteatros. Da igual qué.

Eso te ayudará a no perder pie. Podrás ser una pieza funcional dentro de la industria, pero ese rol de pieza no te hará olvidar quién eres, ni qué querías. Escribir para ti en tus ratos libres te obliga a reencontrarte contigo mismo, a no dejarte abducir por ese laberinto de alienación en el que se la tienes que chupar al minotauro para llegar a fin de mes.

Para mí las cosas que escribo por iniciativa propia son como los horcruxes de Voldemort en Harry Potter: Refugios en los que guardar un trocito de mi alma, por lo que pueda pasar.

Y en el fondo no importa si esas cosas personales tienen éxito o se pudren en el anonimato. Bueno, por supuesto que importa, pero quizá no sea lo esencial. Lo realmente importante es que en esas obras hallarás un espejo en el que mirarte. Un espejo más fiel que esa otra atracción de circo del día a día laboral, que te devuelve una imagen distorsionada por tropecientas mil variables.

Quizá lo más interesante no sea gustar a más o menos gente con esas obras propias, sino el hecho de que las pocas personas a las que de verdad llegas te hacen sentir especial, escuchado, identificado, compatible con algo. Las personas a las que gustas siendo tú tienen un algo de alma gemela, de hueco en el que encajar…

Por eso creo que siempre escribiré cosas por mi cuenta, y por eso recomiendo lo mismo a quien me quiera escuchar.

Supongo que este post se quedará cojo a menos que escriba pronto un post hermano: El que explique de dónde sacar fuerzas para escribir tus propias cosas cuando ya has dilapidado dichas fuerzas alquilándoselas al mejor postor, o incluso al peor. A lo mejor me animo a escribir ese otro post en breve, aunque no podré incluir en él recetas mágicas.

5 comentarios en «HACER TUS PROPIAS COSAS, CONSERVAR TU ALMA»

  1. Muy de acuerdo, y muy bien expresado. El trabajo remunerado te da una razón buenísima para escribir, pero el crear obras personales te da una aún mejor… Y te recuerda por qué empezaste en primer lugar.

  2. Totalmente de acuerdo, no hay cosa que me perturbe más que esa figura de “guionista funcionario”. Me parece muy respetable, pero siempre me pregunto si no les ha apetecerá escribir sus cosas más allá de su horario y tareas “impuestas”. Y ojo que es un mal del que adolecen muchos chavales que salen de masters. Si tienen suerte de colocarse en una productora ahí que van y no parecen tener más inquietudes que esa.

  3. Pingback: Muñecas rusas (o el Proyecto Bradbury) | proyectobradburyferran

Los comentarios están cerrados.

Descubre más desde Bloguionistas

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo